lunes, 30 de agosto de 2010

Travesía Peniche islas Berlengas (Portugal)

El sábado dia 7 de agosto conseguí finalizar una travesía a nado en Portugal. El apasionante recorrido fue del pueblo de Peniche (Playa de Baleal) a la isla de las Berlengas. Este reto me rondaba la cabeza desde hacía mucho tiempo, aunque bien es verdad que tengo otra gran multitud de ellos para nadar en los más sugerentes rincones del mundo. Algunos podré llegar a conseguirlos y otros puede ser que no, pero éste SI lo he logrado. Todo ello ha sido posible gracias a mi gran perseverancia, dedicación y entrenamiento durante todos los días de mi vida. Creo que la gran virtud que poseo es compaginar mi vida laboral, personal y deportiva de una manera coherente, transformando sacrificio en pasión, cansancio en ánimo, aburrimiento en alegría…


Parece contradictorio, pero cuantas más dificultades y adversidades plantea una travesía, más interés nace en mí por vencerlas. Es por ello que esta travesía tenía muchas razones para llamar mi atención, ya que destacaban dos grandes obstáculos en la misma: las fuertes corrientes y la baja temperatura del agua (14 ºC, esta es la temperatura que nos encontramos en las playas malagueñas en pleno invierno), pues en todas las aventuras en las que me embarco no me sirvo de la gran ayuda que proporciona un traje de neopreno.

La principal duda que asaltaba mi mente era si podría efectuar este recorrido, ya que nadie había podido concluirlo con anterioridad. Dialogando con las personas más experimentadas del pueblo en temas relacionados con la mar, me auguraban pocas facilidades para finalizarla con éxito, lo cual creaba en mi mayor incertidumbre pero más ganas aún de intentarlo.

En esta zona de Portugal encontramos en verano las famosas “nortadas” o vientos producidos por el anticiclón de las Azores, de una fuerza y constancia que puede acabar dando al traste con este gran desafío.

En esta región de Portugal el mar tiene una fuerza abrumadora, de ahí que se celebre uno de los campeonatos de surf más importantes del mundo. Durante la travesía pude comprobarlo, al encontrarme olas de entre 1,5 a 2 metros de altura.

El entorno donde se efectúa el recorrido es mágico. La isla de las Berlenga es una de las siete maravillas de Portugal y el tener la suerte de disfrutar de su belleza embaucadora es un regalo a la vista.

El sábado salí a las 12 de la mañana de la playa de Baleal con mi buen amigo Miguel Arrobas, experto nadador nacido en nuestro país vecino. Esta playa se encuentra al Norte tanto de Peniche como de la Isla que pretendíamos alcanzar. En un principio, comenzar el reto enfrentado a la isla no parecía viable, ya que las fuertes corrientes y los vientos nos llevarían lejos de la misma. Por ello calculamos la distancia de salida para que la deriva no nos alejara mucho de nuestro destino.


Al comenzar la travesía quede muy sorprendido por la gran afluencia y expectación que había causado en la población local, ya que acostumbro a comenzar y finalizar en una solitaria y poco frecuentada playa. La pena es que la casi totalidad de periodistas que nos acompañaban en sus embarcaciones tuvieron que regresar a puerto, pues sufrieron fuertes mareos acompañados de náuseas producido por la naturaleza agitada de este mar.

Nos sorprendieron fuertes y duras corrientes en la costa, lo que ralentizó la marcha, aparte de las pequeñas paradas programadas para el avituallamiento en el mar. Una vez abandonada la zona costera nos encontramos con varios contratiempos comunes en este sorprendente deporte: por un lado las grandes olas, siendo éstas muy molestas al romper el ritmo de nuestro bracear constante; por otro las corrientes con distintas temperaturas que minan tu estado físico y mental; y por último el decaimiento junto con náuseas de Miguel.


Durante la travesía nos encontramos innumerables cangrejos rojos nadando en la superficie, que desaparecían en el fondo al acercarnos. Esta anécdota me distrajo mucho de las inclemencias que estaba padeciendo, llevando mi cabeza a pensar que podría ser capaz de terminar la hazaña. La parte final era el maravilloso regalo a tantas penurias y sufrimiento. La protección que nos otorgaba la isla nos robó el viento y las corrientes, con lo que simplemente teníamos que nadar y ver como cada vez se hacía más y más grande la isla, pudiendo tocar tierra firme cinco horas después de haber comenzado esta inigualable aventura.




Una vez terminada la travesía, le encuentras un sentido a todo el esfuerzo que has realizado y estás exultante de felicidad, pero mientras estas nadando te asaltan muchas dudas de si vale la pena pasarlo tan mal. ¿Qué explicación tiene estar nadando en un mar donde no ves la costa ni delante ni detrás y solo ves la línea del horizonte? Sientes mucho frio y te encuentras exhausto. Contrariamente a lo que uno puede meditar, lo primero que pienso cuando termino de nadar es: ¿cuál será la próxima travesía?, porque ya me ha desaparecido todo recuerdo de frio, cansancio y dudas. Ahora solo tengo en mente mi próximo reto que, como no, aún irá un poco más lejos que éste pues duplica su longitud y dureza. Será el intentar cruzar el mítico estrecho de Cook, el cual separa las dos islas de Nueva Zelanda. Muy pocas personas han podido lograr con éxito este paso, dada la dureza extrema de estas aguas, que seguro podan al límite mis cualidades físicas.

Con las travesías que he realizado hasta el momento no solo he querido demostrar una gran fortaleza física y mental, sino ir más allá, dándole un sentido mucho más profundo, entrando a formar parte el esfuerzo, el sacrificio, la perseverancia, la amistad, la felicidad. Todas ellas relacionadas con muchas otras facetas de la vida que son las que he intentado encender o avivar en otras personas. Esforzándome siempre en cambiar la frase “¿Por qué?” por la de “¿Por qué no?”.

Siempre les estaré agradecidos a mis amigos y ayudantes en la travesía: Javi, Nuno y Gonzalo. Esta experiencia ya siempre será para nosotros.





1 comentario:

Fernando dijo...

Que grande Pelúo!! que sepas que como muchos otros apoyo cada brazada y desde mi cariño te empujo un poco. Un fuerte abrazo desde New York!